domingo, 20 de diciembre de 2020

Lágrimas de felicidad.

Hoy, en el año 2028, ha ocurrido algo que jamás pensamos que llegaría, la verdad. La historia de tu muerte siempre tuvo una naturaleza extraña, demasiado bonita. Mi hermano y yo hemos crecido siendo curiosos, intuitivos y desde que tuvimos uso de razón y empezamos a cuestionarnos las cosas, unimos noticias y sucesos pero nunca le preguntamos nada, hasta este día.

Hoy nuestro inquebrantable padre (tras muchos años desde tu fallecimiento, la hermosa y joven mujer que nos dio la vida), se ha derrumbado. Se sentó junto a nosotros sin poder decir nada, con un sobre azul realmente bonito en la mano, algo temblorosa. No sabía cómo decírnoslo así que, tragué saliva y me adelanté. Con un hilo de voz le dije “¿es un sobre de ella?”, afirmó y con una delicadeza hermosa nos la entregó para leerla en voz alta. Decía así:
“Mis pequeños, como le ordené a vuestro padre, esta carta tenía que estar en vuestras manos cuando le hicierais la pregunta clave “¿qué le pasó realmente a mamá? Seguramente ya estaréis mucho más grandes y, con lo curiosos que erais, habréis visto sucesos históricos en el año 2020 con sus coincidencias. Pues bien, el adiós que le di a este mundo no fue por los motivos que os contó papá. Yo quería que os imaginaseis mi marcha de una manera más bonita, por causas menos incontrolables que la realidad. Y es que merecéis saberla. 

Vosotros apenas tendríais tres años de vida cuando en el 2020 llegó una pandemia. Arrasó con todo. Arrasó con la seguridad de las personas, con su felicidad, con su estabilidad. Muchas de ellas se quedaron sin trabajo ni casa, el miedo invadía, las calles se quedaban vacías y el silencio y la desconfianza reinaban. Por suerte, nosotros teníamos trabajos esenciales y pudimos seguir adelante, erais tan pequeñitos e inocentes, tan risueños y llenos de energía. Desafortunadamente, cuando dentro de lo malo todo parece ir bien, esta vida caprichosa llegó y nos dijo que estaba contagiada por el virus. Al segundo de enterarme me aislé en un apartamento que nuestra familia me ofreció, para protegeros.

Y aquí estoy, escribiéndoos esta carta porque los síntomas están aumentando. Dejaros fue el mayor dolor que una persona pueda sentir. No voy a permitir que la rabia e impotencia me consuman, porque somos fuertes y está en nuestro ADN. El virus no me quitará la sonrisa que me sale antes de dormir al veros en fotografías. ¡Cada segundo que pasa estáis más grandes!

Cuidaos los unos a los otros, sed fuertes, conseguiréis todo lo que os propongáis, habrá momentos tristes pero os tendréis que coger de las manos y seguir adelante. Cada respiro es un síntoma de vida. Inhalad hondo, guardad lo bueno y expulsad lo malo, yo os daré aliento cuando os falte. Deseo de todo 
corazón que esta carta nunca lleguéis a leerla, porque significará que estamos riendo con cualquier chiste de papá, cocinando nuestro postre favorito en nuestra pequeña casa o celebrando las navidades, vuestros cumpleaños, vuestros logros y también fracasos. Todo está continuamente avanzando y vosotros también lo haréis, tendréis nuestro amor incondicional.

Si al final la estáis leyendo, abrazaos, llorad si las lágrimas luchan por salir, dejad que fluyan y os calmen, nunca las retengáis por vergüenza. Yo estaré bien allí. Vivid la vida por mí, reíd a carcajadas, sed conscientes de los momentos que os hacen felices y disfrutadlos. 

Mis amores, os quiero, os amo desde el primer segundo en el que os tuve a la vez en mis brazos, junto a vuestro padre, sois lo mejor que me pasó jamás. Cuando miréis al cielo, me encontraréis en la estrella más brillante protegiéndoos y cuidándoos.

 Con todo mi amor, mamá.”


Y ahora esta carta va para ti. Nunca se sabe el momento en el que uno está preparado para escuchar la verdad. Tras leerla con un nudo en la garganta, les he dado un abrazo tan grande como tu corazón, mamá. Te echamos tanto pero tanto de menos. Cada día que pasa, papá nos dice que nos parecemos muchísimo a ti, en algún gesto, mirada, risa o forma de hablar. Lo mejor que nos pudiste dejar fue tu amor, lo sentimos dentro de cada uno de nosotros y nos hace sonreír. Estamos juntos en esto, tú nos has hecho fuertes e imparables. Papá también es un luchador que nos ha ayudado a crecer sanos y valientes. Nuestra felicidad es la vuestra.

Aunque éramos pequeños cuando tú te marchaste, sigo recordando el olor de tu piel. Cuando abrí el sobre supimos que estabas allí, arropándonos. Él nos dijo que echaste tu perfume de todas las noches en la carta para sentirte, ese olor no lo olvidaré jamás.

Somos lo que somos por vosotros, por vuestro amor. Cada lágrima de felicidad irá por ti.

Te queremos mamá.



Mi alma.

Mi querido amor:

Te escribo esta carta antes de que el paso del tiempo, junto a esta maldita enfermedad, se lleven mis palabras. Agradezco cada momento de lucidez que me permite verte junto a mí, sonriéndome y dándome un beso en la mano. El color blanco se ha adueñado de nuestros cabellos, las arrugas se han apropiado de nuestra piel, pero ¡qué maravilla! En cada una de ellas hay un segundo más a tu lado. Tantos recuerdos que deberían no ser olvidados, tanta felicidad que me has aportado en cada uno de nuestros días, tanta vida. Bendita paciencia que te hace no dejarme atrás, podría ser mucho más fácil pero tú siempre me dijiste que “conmigo hasta el final”. No merezco un amor tan verdadero y valiente contra toda adversidad pero, aun así, gracias mi amor. Adoro los ratitos en los que, cuando te reconozco, lloramos de la risa reviviendo los mejores momentos, mi inocencia y torpeza que tanto te enamoraron y reavivando esta relación que atraviesa murallas. No sabes cuánto disfruto de cada nota musical que bailamos unidos, siempre lento, escuchando el ritmo de tu corazón y sincronizándolo con el mío. Te juro que jamás he sentido una melodía tan hermosa.

Tengo que confesar que cuando estábamos en la sala del médico, cogidos de la mano, pronunciaron la palabra Alzheimer y cerré los ojos pensando “de acuerdo, esto es lo que hay, ven cuando tengas que venir pero, por favor, déjame disfrutar de él un poquito más, sólo un poquito”. Por suerte, la enfermedad no vino de golpe sino paulatinamente y eso me hizo la mujer más feliz del mundo, aunque suene irónico, ya que cada vez que te contemplo y sé quién eres, son mil años más de vida.

Y es que esta carta no es de despedida, es de agradecimiento infinito por todo lo que has hecho, haces y sé que harás por mí. “Somos el conjunto de El diario de Noa y de todas las películas de amor que han existido”, me decías risueño. Sin embargo, no te das cuenta de que tú y yo hemos creado nuestra propia película, inédita y maravillosa. No hemos dejado espacio para lágrimas ni huido de lo inevitable, hemos sido indestructibles.

Quiero que sepas que llegará un momento en el que esté tumbada en la cama sin poder mover ni un músculo, que no hablaré, que no reaccionaré ante tus historias graciosas, simplemente te observaré. No te rindas por favor. Cuando todo parezca perdido en tierras del olvido, yo te recordaré aunque mi memoria no me lo permita. ¿Sabes cuál es mi secreto? Mi alma estará contigo hasta el final.

 Te amo.