Aún recuerdo aquel
día en el que todo mi mundo se rompió en mil pedazos. Él era mi mundo, lo
completaba. Sus brazos rodeándome; el
lugar más seguro de la Tierra. Sus labios; más tiernos y dulces que cualquier
fruta. Su pelo; ese al que a él le encantaba que le acariciase, despeinándole.
Su sonrisa; aquella que, con sólo mirar,
me decía que todo iría bien. Éramos dos pájaros libres que volaban sin
temor a la lluvia, los truenos o las nubes. Llevábamos siendo novios seis
maravillosos años. Teníamos peleas, pero siempre volvíamos a reconciliarnos.
Nos queríamos con locura. Un amor de cuento, con el que todas hemos soñado de
pequeñas. La princesa estaba triste y sola en la torre, llevaba esperando mucho
tiempo y ningún príncipe venía en su caballo blanco a rescatarla. Ésta se cansó
de esperar y se fue sentando, lentamente, en el filo de su ventana. Aquella por
la que estuvo mirando mil amaneceres, a la espera de un nuevo día. Ella decía
que una vida sin amor no era vida, así que, olvidándose de todo, se tiró pero, en
el último segundo, no cayó al suelo sino en los brazos de un apuesto príncipe, montado
en moto, que la salvó. La salvó de sus miedos, inquietudes, desilusiones,
protegiéndola del mundo. Éste era mi cuento. Todo era perfecto. Una mágica noche,
fuimos a cenar a mi restaurante preferido. Mi chico pidió una cena especial y
yo no sabía la razón. La música era cálida y acogedora. Cuando terminamos de
cenar, él se levantó y me apartó la silla. Le di un beso, vi que se tropezó y
cayó al suelo. Fui a ayudarle y, de pronto, estaba de rodillas, sacando una cajita
con un anillo dentro, a la vez que me pedía ser su esposa. Le dije que sí y
todo el restaurante se puso a aplaudir. Los siguientes años en los que
empezamos a vivir juntos, fueron estupendos. Empezamos a organizar y a preparar
la boda. Nos fuimos estresando, alguna que otra pelea, enfados, pero todo
terminaba con un beso. Excepto una noche. No recuerdo bien la pelea, aunque fue
bastante fuerte. Era de noche y se
marchó de casa realmente enfadado. Cogió su moto y yo le pedía, entre lágrimas, que no se fuera. Se fue. Estuve en casa desesperada, llorando. Pasaba las horas
en vela, sin saber nada de él. Llamaba a su móvil, nadie respondía. Me fui a la
cama a intentar descansar, aunque era imposible. Miré el reloj y eran las tres
de la mañana. Conseguí cerrar los ojos y dormir unos minutos. De pronto, los
abrí y mi corazón empezó a latir muy fuerte. Me desperté asustada y con
lágrimas en los ojos. Algo estaba ocurriendo. Me puse a andar por la casa y me
llamaron al móvil. Era su número, al fin. Volví a respirar. Lo cogí y empecé a
hacer preguntas, pero la voz que sonaba al otro lado de la línea era de otro
hombre. Estuvimos hablando unos minutos. Me congelé. El móvil se me cayó de las
manos, no respiré, no reaccioné. Me tiré al suelo y afloraron de mí unas
lágrimas que nunca hubiera creído que saldrían por ese motivo. Un increíble
motivo. Él ya no estaba en este mundo. No estaba. Tuvo un accidente con un
coche en su moto. Salió disparado y murió en el acto. El aire no entraba ni
salía de mí. Me quedé en un rincón. Pasaron los días, las semanas. Me daba
miedo salir a la calle. Ver cosas que me recordaran a él, que era básicamente todo.
Dejé todas las cosas de la casa tal y como se quedaron. No me importaba el
desorden. Hasta que llegó una tarde que decidí salir. El aire fresco me
acarició. Los pájaros cantaban, felices. Todo el mundo lo parecía. Irónico. Empecé
a caminar. Le hice una promesa: “Nunca te olvidaré. Viviré por ti todo lo que
nos quedó por vivir”. Aún recuerdo aquel día en el que todo mi mundo se rompió
en mil pedazos.
Los soñadores necesitan a los realistas para evitar que vuelen demasiado cerca del sol. Los realistas, sin los soñadores, no despegarían jamás.
miércoles, 30 de octubre de 2013
jueves, 24 de octubre de 2013
Almas solidarias.
No sé qué hacer
hoy. Son las seis y media de la tarde y no tengo ningún plan. Me siento en el sofá
y enciendo la tele. Paso los canales, sin detenerme en ninguno. Toda la
información que dan son sobre cosas tristes: terremotos, pobreza, crisis, personas
que se quedan sin casa, paro, llantos.
¿Qué está pasando con nuestro mundo hoy día? Últimamente escasean los programas
donde dan buenas noticias, los que son solidarios, donde te ríes o lloras de la
emoción, por las personas tan humanitarias que existen. Esos son los que realmente
merece la pena ver. Decido apagar la tele. Me quedo pensativa. Se me pasan unas
cuantas ideas por la cabeza. Sonrío. Me levanto de un salto y me dirijo a mi
habitación. Abro el armario y empiezo a sacar ropa que ya no me pongo o que se
ha quedado vieja y las meto en una bolsa grande. Después cojo mis libros
preferidos, los adentro en mi mochila y, por último, cojo un poco de dinero
para tomar algo. Me abrigo. Me pongo un gorrito, una bufanda y salgo de la casa
con un entusiasmo que hace tiempo que no sentía. Tengo varios destinos. Primero
camino hacia la casa de mi mejor amigo. Él lleva la ropa, la que la gente no quiere, tira o no usa, a lugares
de pobreza. Es algo que admiro. Le doy la gran bolsa y me lo agradece de todo
corazón. Salgo y me dirijo hacia la biblioteca. Ese lugar donde me encanta ir.
Repleta de silencio, con un aire lleno de cultura, ganas de leer, saber y aprender.
Allí entrego mis libros favoritos, no porque ya no quiera leerlos más o me
hayan aburrido, al contrario. Quiero donarlos. Quiero que los demás jóvenes o
adultos puedan disfrutar de su lectura y se emocionen tanto como yo lo hice. Me
siento feliz. Ayudar a la gente es algo que me llena muchísimo. Me entra un
poco de hambre y voy hacia una cafetería donde tienen el mejor café que he
probado nunca. Mis pasos son tranquilos, sin prisas, disfrutando de mi
alrededor y respirando hondo. Por el camino me paro y observo a una persona que
canta de una manera espectacular y toca la guitarra. Le echo un par de monedas.
Me mira y sonríe sinceramente. Prosigo mi camino. Sólo me quedan dos monedas,
lo justo para mi café calentito y un dulce. Ya estoy a la vuelta de la esquina
para llegar. ¡Qué frío! Me voy deteniendo lentamente. Observo a un pobre
anciano que está sentado en el suelo. Sólo tiene puesto una camisa rota y un
pantalón. Está acompañado de un perro, el cual está muy delgado. Esa persona no
pide dinero pero tiene algunas monedas a su alrededor. Noto que lleva mucho
tiempo allí, pero no le doy el dinero. Entro en la cafetería y me pido un vaso de
leche grande y un pastel, de esos que te dejan con la barriga llena. Pago,
salgo con estas dos cosas en la mano y me dirijo hacia aquel hombre y su perro.
Le dejo el vaso y el pastel en el suelo, a su lado. Ambos me miran extrañados. “¿Qué está
haciendo esta chica? ¿Estará envenenado como para que me lo dé a mí?” Se
preguntaría. Lo único que le digo es “No se preocupe, cómaselo, es uno de mis
preferidos”. Le sonrío y me voy. Cuando estoy a unos pasos más lejos, me doy la
vuelta y observo que los dos están probando delicadamente aquel alimento que,
para nosotros, es algo normal y a veces no apreciamos su sabor, pero para
él es algo maravilloso. Veo que me mira desde la distancia y, aunque no me diga
nada, me agradece con sus ojos lo que su corazón siente. Le devuelvo mi mejor
sonrisa y sigo mi marcha. Aunque siga teniendo hambre, irradio felicidad. “¿Por
qué?” Os preguntaréis. Es simple. Porque si no nos ayudamos los unos a los
otros, ¿quién más lo hará?
martes, 22 de octubre de 2013
Las afiladas garras del amor.
¿Qué es el amor?
¿Alguien lo sabe o lo ha sentido realmente? Es algo muy complejo. Puede que sea una simple palabra, pero está repleta de mil
sentimientos diferentes. Ni un simple diccionario sabría definirla realmente.
Es algo que no se explica, se siente. Puede que te llegue en el momento menos
esperado, con la persona que menos te imaginabas o puede que ese amor se haya
conseguido después de una larga trayectoria luchando y esforzándote por tener a
esa persona especial a tu lado, esa que hace que no puedas dormir, que te saque
una sonrisa con la cosa más mínima, esa con la que necesitas hablar y estar en todo
momento para sentirte completo. Una simple mirada, un abrazo, una palabra, un
beso, una llamada. Cualquier pequeño gesto recibido de esa persona hace que
tengas una sonrisa permanente durante todo el día. Pero no todo lo maravilloso
dura eternamente. Igual que todo lo que sube, baja, todo lo que empieza, tiene
un final. Ese romántico comienzo puede ocurrir a cualquier edad y, ese triste
final, cuando menos te lo esperas. Dentro de muchas parejas, uno quiere más que
el otro. Puede que esa magia se acabe y que ya no la sienta una de las dos. Es
aún más doloroso si la persona a la que han dejado, todavía está enamorada de
la otra. Por triste que sea, si ese amor ya no es sentido y se fue, aunque nos
dejemos la piel en ello, no volverá. Es típico que, cuando estás con alguien
que amas, les digas a todos que el mundo es perfecto, que jamás se podría ser
más feliz y que, cuando esa relación se termina, les digas que no tengan pareja,
que no merece la pena, que es mejor estar solo, pero la vida da mil vueltas.
Siempre te tendrá preparada una sorpresa, a una persona. Por mucho que nos neguemos, siempre volveremos a caer
en las afiladas garras del amor.
martes, 15 de octubre de 2013
Nada es fácil.
Nada es fácil pero ¿hay algo que verdaderamente lo sea? La vida es una
montaña rusa. Cuando todo parece que va bien aparecen las cuestas, los giros,
las subidas y bajadas. Hay constantes obstáculos en tu camino. A veces, no
sabes cuál es su fin y te estorban, pero llega un día en el que lo comprendes
todo. La vida es una ecuación matemática infinita pero, con un poco de ayuda,
conseguirás resolverla, sin importar el tiempo que tardes. Siempre hay que
tener un sueño, una ilusión que te motive para levantarte cada día y, si es
posible, con una sonrisa. Hay situaciones o personas que te la intentarán robar
del rostro, pero debes renovarla porque
no hay nada más bonito, gratis y simple. La felicidad y las ganas de luchar son
imprescindibles para sobrevivir en este océano lleno de oleaje, preparado para hundir
tu barco en cualquier momento. Hay amistades o amores difíciles, a distancia,
despedidas, llantos, mentiras, muertes. Pero también hay relaciones que duran
toda la vida, reconciliaciones, risas sinceras, sentimientos profundos, vida.
Debes mirar el lado bueno de las cosas e ignorar el resto. Es muy fácil decirlo
pero no hacerlo, lo sé. Aún así, debes luchar por lo que quieres, nunca te
rindas, elimina de tu vida a aquellos que intentan hacerte daño, supera tus
pequeños miedos y consigue tus grandes logros. Porque nada es fácil, pero todo
merece la pena.
Nunca te detengas.
Me encuentro en mi
habitación. Un delicado piano suena a través de los pequeños altavoces,
llenando aquel espacio tan grande de tranquilidad y armonía. Me ayuda a
relajarme y a pensar con claridad. Estoy sentada, con el punto de mira en un
papel en blanco y un lápiz, haciéndole compañía. Juntos han creado bellas
historias que han hecho emocionarse a pequeños y grandes lectores. Ahora
intento crear una nueva. Las ideas fluyen en mi mente como pájaros veloces,
pero no me da tiempo a atrapar ninguno. Pequeñas frases, cortas historias
surgen en un instante y se desvanecen. De pronto, un pájaro de mi cabeza se
posa en un árbol y empieza a cantar. Lo contemplo cuidadosamente, para evitar que
se asuste y eche a volar. Ya lo tengo. La inspiración reaparece como si hubiera
estado ocultándose, pero nunca se hubiera ido. Cojo el lápiz y veo que, en
aquel papel solitario, se van uniendo cada vez más palabras, reflejando lo que
mi cabeza piensa a toda velocidad, orgullosa por el gran final que será escrito
en minutos. Ya acabé. Releo y analizo las palabras. Cada una me transmite algo
diferente y eso es lo que quiero. Me levanto de aquella silla y salgo por la
puerta. Me dirijo al lugar donde se encuentra mi superior. Las dudas por el
camino de si aquella historia será buena, si será una tontería o se reirán por
lo que he escrito, me empiezan a invadir. Me paro y doy un paso atrás. No sé
qué hacer. Vuelvo a leerla despacio, en contraste con el exterior que está en continuo
movimiento. Respiro y le hago caso a mi intuición. Sólo me dice “adelante”.
Avanzo, llego y entro al edificio. Ya estamos mi jefe y yo sentados. Él lee
mientras yo le observo. Tras varios e interminables minutos, las siguientes
palabras que salieron de su boca se me quedarán grabadas para siempre: “Enhorabuena,
esta historia es fascinante, la mejor que he leído hasta ahora. Siga así,
superándose a sí misma”. Salgo de allí rápido, deseando gritar y dar saltos de
alegría.
viernes, 11 de octubre de 2013
Crea tu propia historia.
Son las nueve de
la noche, ya está oscuro. Paso la página de mi libro favorito, leo con rapidez
y paso a la siguiente. Devoro las palabras como si cada una de ellas fuera la
última. Llego al final de aquella historia tan maravillosa, un final que no me
esperaba, sorprendente, de los que te dejan con ganas de más. En los libros
siempre ocurre una contradicción: No queremos terminarlos porque no continuarán pero, a la vez, es imposible parar esas ganas de leer y saber cómo acaba.
Cierro el libro, lo dejo en la cama, me levanto de un salto e intento peinar
este pelo rebelde. Después, cojo mi reproductor de música con los auriculares y
salgo a la calle. Respiro hondo y sonrío. Soy feliz. No me ha ocurrido nada en
especial, simplemente, lo soy. Hoy en
día, las personas alegres y sonrientes están en peligro de extinción. Aunque
las cosas nos vayan mal, no puedes acostarte sin haber sonreído una sola vez en
todo el día. Empiezo mi camino sin ningún rumbo fijo, mientras voy tarareando y
paseando al ritmo de las canciones que sólo yo puedo escuchar. Hoy hay bastante
gente en las calles de la ciudad. La luna llena está preciosa, nos observa y
sonríe, con su dulce rostro. Ilumina nuestro camino y hace que todo parezca
especial. Observo. Me gusta imaginar la vida de las personas que encuentro a mi
alrededor, por un instante. Algunas regresan del trabajo, serias y pensativas.
Otras se van de fiesta, perfectamente arregladas y maquilladas. Aquellos de
allí seguro que no se ven desde hace mucho tiempo, se están dando uno de esos
abrazos ahogadores que te dejan sin respiración. Por aquí viene un grupo de
extranjeros, mirando impresionados este increíble lugar, les sonrío y sigo
andando. A mi derecha pasan una pareja de ancianos enamorados, cogidos de la
mano y, con la otra, sujetan sus viejos bastones. Desprenden tal juventud
y energía que me hacen sonreír. Me gustaría estar así a su edad. Puede que muchos también se imaginen mi vida al
verme pasar. Me paro en seco. Pienso. ¿Sabes lo que voy a hacer? Voy a crear mi
propia historia.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Pequeños seres, grandes sentimientos.
Me gustaría
dedicar este espacio a las mascotas. Hay tanta diversidad de mascotas, como
dueños. Cada uno tiene su personalidad y, dependiendo cómo sea, elegirá un tipo
de animal u otro. Aquí hablaré, en especial, sobre los perros. Son esos
animales que, ya sean grandes o pequeños, de raza o callejeros, te dan todo el cariño que necesitas sin pedir nada a cambio. Sólo quieren un hogar y personas que los cuiden y
los quieran. Cuando estás sólo, nunca te abandonan. Te dan esa compañía especial
que nadie más te da. Por mucho que los eches, siempre vuelven. No son como nosotros, no guardan ningún rencor, no juzgan, no critican. Quieren pasar todos los días a tu lado. Tienen muchos momentos graciosos como, por ejemplo, hacer que tiras la pelota pero no, se vuelven locos buscándola y van a por ti, que se queden dormidos encima tuya, escuchando los latidos de tu corazón o que te pongan carita de pena cuando estás comiendo, les dices que no y al final le das un trozo sin que tus padres te vean. Cada momento con ellos se queda en el recuerdo para siempre. Una cosa en la que son iguales a los humanos es que, por desgracia, algún día tienen que morir. Muchas personas no tienen mascotas porque se les coge un cariño especial y, después, desaparecen. Pero es el ciclo de la vida,
no podemos hacer nada. Aunque para muchos, los sentimientos que te proporciona un perro a lo que te da una persona no sea lo
mismo, para mí lo es. Para mí, un perro es una persona más. En los peores
casos, hay animales que sufren mil crueldades de sus dueños: los abandonan a su suerte, porque se han hecho grandes, se han cansado de ellos o ya no sean tan bonitos como de pequeños. Son
envenenados por personas que no tienen ni cabeza ni corazón. Son maltratados
con piedras o cuerdas por hacer cosas de perros. Hay animales que se comportan
como humanos y humanos que se comportan como animales. Por eso, antes de
comprar o adoptar a un perro, piensa antes en todo lo que supone y, si estás
preparado para las mil aventuras que pasaréis juntos, adelante.
martes, 8 de octubre de 2013
Mi abuelo Matías.
Estoy esperando en
un incómodo asiento de un lugar que a nadie le gusta visitar. Estoy sola. Mis
padres tuvieron un accidente de coche, ocurrió un día de diluvio. Ahora tengo
diecinueve años, aquel día tan sólo seis. En ese tiempo no entendía lo que pasaba.
Empecé a vivir con mi abuelo Matías desde entonces. Dejé de ver a mis padres y
de estar con ellos cada día, pero no sabía por qué. Nadie me explicaba nada.
Cómo explicarle a una niña que sus padres están en el cielo y no los volverá a
ver. Mi querido abuelo me dijo que estaban de viaje, así que dejé de preguntar
y pasamos los años más felices que recuerdo. Con el tiempo veía que a las demás
niñas de mi colegio las recogían sus padres, que las charlas sobre los amores
adolescentes, entre padres e hijos, yo las tenía con mi abuelo. Empecé a intuir
lo que pasaba, pero me daba miedo creerlo y saber la verdad. Con doce años la
supe. Me costó algunos años superarlo pero, gracias a mi Matías, lo conseguí.
Ya estaba más viejecito. Corría y jugaba conmigo menos, pero tenía la
suficiente fuerza como para darme unos abrazos que dejaban su perfume en mi
ropa y unos besos que me dejaban sorda.
Ahora estoy esperando en un hospital,
en un día triste y gris, mirando el reloj que hay colgado en una pared. Parece
que se burla de mí, como si las agujas no se moviesen y el tiempo no avanzase.
Mi abuelo está en quirófano, rodeado de cirujanos que le están operando de una
enfermedad del corazón. Yo sé que saldrá de allí, con la misma energía que
siempre ha tenido. Lo sé.
No me gusta este ambiente. Personas llorando, heridas, sangre, camillas que pasan rápidamente, olor a guantes de plástico, a hospital. Llevo esperando seis interminables horas. Algunos médicos, que pasan veloces, me miran con gesto preocupado. No quiero ponerme nerviosa. No puedo evitarlo. Ya lo estoy. Le pregunto a una enfermera y me dice que la operación se ha complicado. No quiero llorar. Me sale una lágrima, seguida de todas las demás. Al final caigo rendida en el asiento y me quedo dormida.
No me gusta este ambiente. Personas llorando, heridas, sangre, camillas que pasan rápidamente, olor a guantes de plástico, a hospital. Llevo esperando seis interminables horas. Algunos médicos, que pasan veloces, me miran con gesto preocupado. No quiero ponerme nerviosa. No puedo evitarlo. Ya lo estoy. Le pregunto a una enfermera y me dice que la operación se ha complicado. No quiero llorar. Me sale una lágrima, seguida de todas las demás. Al final caigo rendida en el asiento y me quedo dormida.
Alguien me
llama y abro los ojos. Miro a una enfermera, que me coge suavemente la mano, y
miro el reloj. Llevo diez horas en aquel hospital. La enfermera me mira cálidamente.
No quiero temerme lo peor. No, por favor. Tras un largo minuto de silencio, la
una al lado de la otra, me aprieta la mano y veo que saca una pequeña sonrisa
de su rostro. Mi abuelo Matías ha superado su dura y larga operación con éxito,
como un valiente. Le doy uno de esos abrazos especiales a la enfermera y veo que
mi abuelo sale en una camilla. Me pongo a su lado, me dedica la sonrisa más
preciosa del mundo y me coge la mano con esa fuerza que siempre tuvo. Sabía que
mi abuelo era un luchador y nada podría vencerlo. Lo sabía.
domingo, 6 de octubre de 2013
Olvida tus miedos.
Todas las personas tenemos miedo a algo. Los niños pequeños tienen miedo a los monstruos que hay en el armario, debajo de su cama, a que el Coco les coma por la noche si no se duermen, o a acostarse tarde el día de reyes, que no les traigan regalos y encontrarse carbón por la mañana. Los adolescentes tienen miedo a los constantes cambios que se producen en su camino, al amor o al futuro. Los adultos tienen miedo a no tener suficiente dinero para cuidar a su familia, a las facturas, a quedarse sin trabajo y a miles, y duras, responsabilidades. Los ancianos o abuelos tienen miedo por si no han vivido la vida que tenían pensada, a echar la vista atrás y no haber cumplido su lista de objetivos, a no ver crecer a sus nietos, a quedarse solos o a abandonar este mundo el día menos esperado. Incluso las personas que parecen ser las más fuertes exteriormente, las que nada ni nadie pueden con ellas, son también las más débiles. Crean su propio escudo contra este mundo que es, a la misma vez, nuestro mejor amigo y nuestro peor enemigo, porque hace que todo parezca de lo más fácil y maravilloso, pero luego nos ataca por la espalda. A pesar de todo esto, es mejor olvidar tus miedos y dejar de pensar en “¿y si lo hago que pasará? ¿Qué pensará? ¿Qué dirá? ¿Y si...?” Es mejor arrepentirse de lo que se hace que de lo que no se hizo, porque si no nunca sabrás qué hubiera ocurrido.
El pasado ya no se puede cambiar. El futuro está aún por llegar.
El pasado ya no se puede cambiar, hayas hecho
cosas buenas o de las que te arrepientes, lo hecho, hecho está. A veces suceden cosas que no
comprendemos y pensamos en las soluciones que podrían tener en el futuro, pero
es imposible saber lo que va a pasar en él. Aún este mundo no ha avanzado tanto como para saberlo. No vale la pena gastar energía
pensando en lo que pasará ni dentro de un mes, semanas, días u horas, porque
puede ocurrir cualquier cosa. Sólo te tienes que preocupar únicamente cuando en ese
día y a esa hora vayas a dar un paso adelante, a tomar la iniciativa y a
acabar con lo que te atormenta, para encontrar una respuesta. Así que no
pienses en el futuro. Aprovecha, soluciona y disfruta el presente.
sábado, 5 de octubre de 2013
La música está en cualquier parte.
Una
delicada melodía sonaba dentro de mí. Sólo yo podía escuchar aquel ritmo,
perfectamente estudiado, para crearnos mil sensaciones diferentes. La música
siempre está presente en todos los momentos de tu vida, aunque no seas
consciente de ello. Está contigo cuando quieres estar sólo o acompañado. Está
contigo cuando estás triste, regalándole a tus oídos las canciones más hermosas
del mundo. Está y estará contigo siempre que la necesites. Si vas en un bus,
sabes al instante quién va escuchando música y quién no. Lo sabes por pequeños
detalles como, por ejemplo, un suave movimiento de cabeza, del pie, una
sonrisa, por los recuerdos que le trae aquella vieja canción, o porque lleve
auriculares. No hay nada mejor que aislarse del mundo por un momento y que tu única
compañera sea la música, invitándote a disfrutar y a bailar con ella y, de vez
en cuando, te sorprende con alguna canción que tenías olvidada, devolviéndole a
tu memoria el momento vivido con aquella canción. Tienes la suerte de poder
disfrutarla en conciertos, en la radio, los afortunados, a través de sus
bonitas voces o en la calle. Gente que no tiene en su vida más que un
instrumento creando, en aquel triste lugar, una dulce melodía, dedicada a esos
espectadores pasajeros que andan apresurados, poniéndoles unos minutos de color
a sus vidas, hasta que se alejan y ya no escuchan tan bellos sonidos, tocados
cuidadosamente con sus dedos. Porque, realmente, un mundo sin música, no es un
mundo completo.
Compañeros de aventuras.
Este texto va
dirigido a esas personas con las que compartes tus secretos, tus vivencias y
miles de risas. Los amigos. Son aquellos que conoces desde alguna determinada
fecha, por casualidad. Antes de conocerlos, los veías en algún lugar y nunca
imaginarías, en aquel momento, lo importantes que llegarían a ser en tu futuro.
Las amistades pueden ser de tu pueblo, de tu ciudad o de otra lejana. En esta
última, te das cuenta del significado de ser amigos. Aunque no os veáis,
siempre están dispuestos para ti, y tú para ellos, para darte consejos, apoyo y
muchos ánimos a través de las
tecnologías. En estas, te fijas en ellos por la personalidad y, a pesar de la
distancia, están contigo en cualquier minuto del día. La mayoría de la gente
recuerda el inicio de esa gran amistad y ahí revives esas anécdotas inolvidables.
Los momentos de risas, en los que os quedabais sin respiración y os caían
escurridizas lágrimas por las mejillas. Los momentos tristes y difíciles, donde
te dabas cuenta en quién podías confiar y quiénes eran tus verdaderos amigos,
estando a tu lado siempre. Algunas personas se van pero, si lo hicieron, fue
porque no eran tan buenos amigos como pensábamos. Por suerte, cuando menos te
lo esperas, siempre entran en tu vida nuevas personas a las que, sin saber
cómo, se les coge un cariño especial y ves que, con sólo mirarles, se quedarán
contigo, haciéndose un enorme hueco en tu pequeño corazón. No importa en qué
momento de tu vida lleguen sino que la amistad, entre estos compañeros de aventuras
y tú, tenga la misma energía y fuerza como el primer día.
viernes, 4 de octubre de 2013
Un arrebato de valentía.
Aquella
noche era distinta a las demás. Había en el ambiente una mezcla de nervios,
amor, euforia y una mente ruidosa, como tren que pasa por su vía a toda
velocidad, al mismo ritmo que iba su corazón. Él había decidido escribirle una
carta con su nombre y firma puesta en aquel papel, (ya que años atrás se había
estado escondiendo tras el anonimato), a la mujer más hermosa que jamás había
visto. Eran amigos desde el colegio, revelándose todos los secretos, ayudándose
y estando el uno con el otro, en los momentos más duros. Era diferente a las
demás chicas. Tan elegante y con un paso tan firme, que le llamó la atención al
instante. Para él, ella no podía ser de este mundo, era como un arcoiris en
medio de un cielo grisáceo. Echó a un lado los miedos, cogió, con la valentía
que nunca tuvo, su mejor pluma y un papel a punto de ser escrito. Dejó
reflejado en aquel simple papel, todos sus sentimientos al descubierto. Salió
de su casa, dirigiéndose al buzón de la persona que amó en secreto desde el
primer día. En cuanto echara ese sobre en su buzón, toda su vida cambiaría,
daría un giro y, si tuviera suerte, su amor sería correspondido. Dos calles.
Giro a la izquierda. Perros ladrando en la oscuridad. Una calle. Se encuentra
enfrente de su casa. Coge el sobre y, de pronto, ve que ella se asoma a la
ventana y le está sonriendo. Vuelven los miedos a perderla, los mismos temores
del pasado. Se guarda velozmente la carta en el bolsillo de su viejo chaquetón
y le devuelve la sonrisa pero, en el fondo, llena de tristeza. La saluda con
una mano temblorosa y se marcha sin más. No mira atrás. Se siente roto y
arrugado, como la carta que escribió minutos antes y que, ahora, se encuentra
en una sucia papelera. Camina solitario, bajo la luz de las farolas, esperando
tener en el futuro otro arrebato de valentía.
Héroes ocultos.
Quiero
hacer un reconocimiento a todas aquellas personas que, día tras día, luchan por
salir adelante. Personas normales y corrientes, que trabajan diariamente para
llevar dinero a casa y sacar a su familia hacia delante y, aún así, no reciben
premio alguno o el mérito que se merecen. Tienen mil dificultades y tropiezos
en su pedregoso camino, pero jamás se rinden. Por muy duro que sea todo, para
ellos, ver a los de su alrededor felices, llevando una vida que muchos
desearían (no una lujosa, sino una vida completa), les llena de orgullo y
felicidad. Simples palabras como "gracias por todo lo que haces por
nosotros" o "te quiero", son el combustible que los empujan cada
día. Por eso mismo, yo los llamo "héroes ocultos", porque van
disfrazados de personas normales. Son cada persona que ves por la calle,
corriendo porque llega tarde, estresada, trabajando, no teniendo tiempo ni para
comer o para dormir las horas necesarias. Todo con un fin; mejorar el entorno y
la vida de sus seres queridos. Dan su último aliento por una simple sonrisa.
Con estas palabras no se cambia nada, pero nunca viene mal agradecer todo el
esfuerzo que realizan los héroes ocultos, a nuestro alrededor. Porque vosotros
hacéis que todo sea posible.
jueves, 3 de octubre de 2013
Las arrugas más bellas del mundo.
Quiero
dedicarles unas pequeñas palabras a las personas más grandes del mundo, los
abuelos. Podría escribir un texto infinito sobre ellos, porque se merecen
muchísimo. Son esas personas que siempre han estado contigo durante toda tu
infancia, tanto en los buenos como en los malos momentos y, en estos últimos,
era cuando más te apoyaban, estando a tu lado siempre, cuidándote. Tenían sus
pequeños detalles como, por ejemplo, darte dinero a escondidas, decirte que no
había nadie más bello que tú, llamarte con el nombre de todos los miembros de
tu familia, menos el tuyo, darte sonoros besos en las mejillas y que todo lo
que escribías o dibujabas era precioso (aunque fuera un garabato). Ellos hacían
que las arrugas fueran la cosa más bella del mundo y, tras ellas, mil historias
vividas y contadas a sus queridos nietos, haciéndote ver que nada ni nadie
podría superarlos ni derrotarlos, pero la realidad era distinta. Hablo en
pasado porque, por desgracia, ya no me quedan abuelos en este mundo que nos da
mucho y, a la vez, nos quita. Por eso, a los afortunados que aún
conserven a esas personas ejemplares, cuídenlas como lo han hecho con nosotros,
durante su larga y dura vida.
Pasado, presente y futuro.
Cuando pasamos por una mala racha, parece que la luz no va a llegar,
nos ahogamos y queremos salir a respirar. Cuando pensamos que una cosa será
así, sale de diferente manera, para bien o para mal. Esa es la gracia de la
vida, la improvisación. Cuando el tiempo ha pasado, pensamos en cómo estábamos
antes y sonreímos por cómo estamos ahora, porque es curioso ver cómo y de qué
manera se han solucionado los problemas del pasado en el presente. Cuando por
fin llega la calma y todo nos va a las mil maravillas, sentimos miedo por el
momento en el que se equilibre la balanza de la buena y la mala suerte. Por eso
mismo, hay que disfrutar y aprovechar al máximo cada momento de felicidad, para
tener energías y estar preparados para lo que se nos presente.
El último adiós.
Es muy duro pronunciar una corta y simple
palabra: adiós. Es aún más dolorosa cuando sabes que, hagas lo que hagas, digas
lo que digas o llores lo que llores, esa persona no volverá. No porque haya
viajado a otro país o continente, sino porque lo ha hecho a otro mundo muy
lejano al nuestro. Un viaje con demasiadas turbulencias, lluvias tras de sí y
días grises. En esos momentos no ves ni un arcoiris, ni un simple rayo de sol
y, ni mucho menos, una sonrisa. Como alguien me dijo alguna vez, nadie muere
completamente mientras permanezca vivo en el recuerdo de una persona. Te
arrepientes por no haberle dicho todo lo que le tenías que decir, por haber
actuado de una manera y no de otra, por no haber sabido valorar cada momento a
su lado. Mil cosas del pasado que ya no tienen solución en el futuro. Por lo
cual, debes darles a todas las personas la gran importancia que se merecen.
Porque nunca sabemos cuándo será el último adiós. Por eso o, por lo tanto,
diré: hasta pronto.
Siempre volveremos a ser niños.
Hoy he estado en un lugar que
me trae muchos recuerdos. Aquel donde los niños juegan, corren, ríen o lloran
porque se han caído, mientras sus madres los observan, participan con ellos en
juegos o les regañan por subirse a un columpio demasiado alto, aunque sonríen
porque en el fondo son lo que son, niños. Aquella dulce y pequeña inocencia en
cada uno de ellos. Yo ya pasé esa maravillosa etapa. Ha habido en mi vida mil
momentos diferentes y, a la vez, inolvidables. Cada uno con sus sonrisas o sus
llantos, pero siempre rodeada de la mejor compañía. Ahora estoy sentada en un
viejo banco, escuchando una dulce y cálida melodía a través de auriculares,
reflexionando sobre la vida, mi vida. Deseando volver a esa inocente edad que
se muestra ante mí y me hace sonreír. En cambio, la vida nunca se detiene y
siempre nos prepara un día nuevo e improvisado. Observo a personas de todas las
edades: niños, padres y parejas de ancianos que, tras tantos años juntos, nunca
pierden ese espíritu joven y aventurero que llevan dentro. Lo más importante de
todo, no es la edad que tengamos ni la etapa en la que nos encontremos, sino
todo lo que hemos vivido y lo que nos queda por vivir. Hoy he estado en un
lugar donde siempre volveremos a ser niños.
El comienzo.
Todo
empezó con los comentarios de texto de lengua que, según mi profesora, yo
escribía muy bien y tenía capacidad para ello. Después, dando consejos a
personas que necesitaban mi ayuda y, a partir de ahí, dándome cuenta de que con
unas simples palabras he estado ayudando, tanto a los demás como a mí misma. He
descubierto que me gusta escribir y, según dicen, se me da bien. Es este
pequeño blog, os mostraré mis pensamientos, mis frases, mis historias y mis
palabras, ninguna es copiada. Mi propósito es que te sientas identificado, que
te guste y te haga reflexionar o recordar. Bienvenidos a mi mundo.
Algo sobre mí.
Soy nueva en el mundillo
bloguero y nunca pensé que lo haría, pero me han animado a hacerlo y aquí estoy.
Me presentaré y describiré un poco, para los que no me conozcáis. Me llamo Alba
y tengo dieciocho años, viviéndolos desde siempre en un acogedor pueblo de
Granada. Soy una niña optimista, que siempre ve el lado bueno de las cosas e
intenta hacer que los de su alrededor también lo vean. Pocas veces me verás
llorar porque, afortunadamente, todo me ha ido demasiado bien, más de lo que
hubiera creído. Por lo tanto, siempre llevo una sonrisa dibujada en el rostro y
se las hago dibujar a los demás con cualquier tontería. Soy una observadora de
los pequeños detalles que nadie ve, capturándolos con una cámara o con mi
memoria. Me encanta bailar sin sentido, cantar y volverme loca. Además de jugar
a la play, me gusta mucho adentrarme en los libros y vivir mil romances y
aventuras sin moverme de mi sitio. Adoro el deporte y sentirme bien conmigo
misma. Siempre saco un pie por encima de la sábana, aunque haga frío. No
necesito más que una sonrisa, música y buena compañía para ser feliz. Estos y
otros pequeños e insignificantes detalles hacen que cada uno seamos diferentes
y únicos. Espero que os guste mi blog J
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