martes, 15 de octubre de 2013

Nunca te detengas.

 Me encuentro en mi habitación. Un delicado piano suena a través de los pequeños altavoces, llenando aquel espacio tan grande de tranquilidad y armonía. Me ayuda a relajarme y a pensar con claridad. Estoy sentada, con el punto de mira en un papel en blanco y un lápiz, haciéndole compañía. Juntos han creado bellas historias que han hecho emocionarse a pequeños y grandes lectores. Ahora intento crear una nueva. Las ideas fluyen en mi mente como pájaros veloces, pero no me da tiempo a atrapar ninguno. Pequeñas frases, cortas historias surgen en un instante y se desvanecen. De pronto, un pájaro de mi cabeza se posa en un árbol y empieza a cantar. Lo contemplo cuidadosamente, para evitar que se asuste y eche a volar. Ya lo tengo. La inspiración reaparece como si hubiera estado ocultándose, pero nunca se hubiera ido. Cojo el lápiz y veo que, en aquel papel solitario, se van uniendo cada vez más palabras, reflejando lo que mi cabeza piensa a toda velocidad, orgullosa por el gran final que será escrito en minutos. Ya acabé. Releo y analizo las palabras. Cada una me transmite algo diferente y eso es lo que quiero. Me levanto de aquella silla y salgo por la puerta. Me dirijo al lugar donde se encuentra mi superior. Las dudas por el camino de si aquella historia será buena, si será una tontería o se reirán por lo que he escrito, me empiezan a invadir. Me paro y doy un paso atrás. No sé qué hacer. Vuelvo a leerla despacio, en contraste con el exterior que está en continuo movimiento. Respiro y le hago caso a mi intuición. Sólo me dice “adelante”. Avanzo, llego y entro al edificio. Ya estamos mi jefe y yo sentados. Él lee mientras yo le observo. Tras varios e interminables minutos, las siguientes palabras que salieron de su boca se me quedarán grabadas para siempre: “Enhorabuena, esta historia es fascinante, la mejor que he leído hasta ahora. Siga así, superándose a sí misma”. Salgo de allí rápido, deseando gritar y dar saltos de alegría. 

 Cuando tengas una idea, muéstrala. No te avergüences de expresar o tener miedo a lo que piensen los demás. Coge a ese pájaro, enséñale a cantar y déjalo libre. Porque una pequeña idea puede hacer que tu vida avance a pasos agigantados. 


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