Se adentra la noche mientras nuestros pies nos guían hacia una desembocadura de arte y belleza. Un pequeño lugar donde se respira magia: estrellas en el cielo, un acueducto romano, un piano y doscientas velas. No hace falta nada más que observar para hacerme sentir mil emociones al instante.
De pronto, el gran pianista David Gómez, se sienta lentamente frente al piano. La noche y las velas hacen de ellos dos siluetas perfectas, unidas para crear maravillas. Al sonar la primera nota de la primera pieza, un escalofrío recorre mi cuerpo, sus dedos van deslizándose sobre las teclas tan fácilmente como respirar. Incluso, más tarde, nos sorprende tocando un acordeón y el piano a la vez. "¿Cómo es posible?", nos preguntamos, sin embargo nadie conoce la respuesta, sólo sabemos que él lo hace posible. La mezcla de los dos instrumentos más el sentimiento del pianista era una fusión indescriptible.
Y es que hallarme aquí, observando su imagen, hace que me olvide del mundo aunque haya personas a mi alrededor. Me hace sentir la belleza de las pequeñas cosas y agradecer los momentos en los que vivo de verdad, aunque esté sentada en una silla en silencio. Solamente se requiere dejarse llevar, escuchar y sentir.
Al fin y al cabo, cuando amas algo de verdad, por mucho que intentes explicarlo... Es inexplicable.
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