Nada es eterno, todo es efímero. Ninguna sensación se vuelve a repetir con la misma intensidad que la primera vez, por mucho que lo intentemos. La costumbre y el día a día hacen perder la magia de los momentos bonitos, en los que estás donde y con quien quieres estar. Qué torpes somos al valorar la felicidad de esos instantes cuando ya se han convertido en recuerdos. Debemos aprender de los niños pequeños, aunque ya no tengamos esa tierna inocencia. Cada día descubren algo nuevo, preguntan el por qué, se emocionan siempre al hacer lo que les gusta, viven cada situación como si fuera la primera vez que lo hacen, aunque no sea así, a carcajadas, con los ojos llenos de vida y de amor.
Debemos grabarnos a fuego la importancia del “aquí y ahora”, no pensar en nada más sino en lo que estás viviendo en este momento, porque puede que algún día quieras reavivarlo y no puedas. En el aquí y ahora estás con tus amigos, familia o pareja. En el aquí y ahora es donde ríes, donde puedes dar un último abrazo o beso sin saberlo. En el aquí y ahora estás en continuo crecimiento personal. Rodéate aquí y ahora de la gente que suma en tu vida, que te hace feliz y que te hace llorar de alegría, porque eso no tiene precio. Mantén a tu lado a las personas que te hacen saber que aquí y ahora eres afortunado, que lo que estás haciendo es un momento irrepetible y te hace dar el cien por cien de ti. Cada día es uno más y uno menos, es único.
En el aquí y ahora es donde mi mente y corazón están de acuerdo. Es donde quieren estar.
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