Mira a través de la ventana. La vida ha pasado más rápido de lo que ha sido capaz de asimilar, pero nunca le ha faltado cariño ni personas a las que querer. Las arrugas le adornan la piel, símbolo de miles de historias, sonrisas y años quizás no tan vividos como le hubiese gustado. Siente cómo se le encoge el corazón al notar el paso del tiempo y tan pocos momentos en los que se sintió viva de verdad. Las personas que observa a través del cristal andan deprisa, cruzan los semáforos en rojo por ahorrar unos segundos de su ajetreado tiempo, caminan mirando las pantallas de los móviles sin mirarse a los ojos o están serias, perdidas en a saber qué mundo. "Vaya idiotas", dice, "viven los años pensando en el futuro y cuando lleguen a ese futuro sólo pensarán en el pasado. No sabemos vivir". Sin embargo, quiere hacer lo que hace tiempo no hizo. Ser plenamente feliz. Sin pensarlo más utiliza un labial rojo, se viste con una falda hasta las rodillas y una camiseta de color vivo, sin importar las imperfecciones de su piel. Al abrir la puerta el sol le acaricia, dando la bienvenida a su nueva historia. Comienza por dejarse llevar hacia unas canciones que se escuchan cerca de su casa. Cuando llega al lugar se pone a bailar en la calle, con el ritmo que su edad le permite, delante de aquellos músicos. La gente al principio se sorprende, otros sonríen observándola y otros hacen grabaciones de ese espectáculo tan peculiar. Ella invita a bailar a los de su alrededor pero todos se niegan por vergüenza, por miedo a hacer el ridículo o por el qué dirán, aunque les encantaría hacerlo. Cuando termina se marcha entre vitoreos, sorprendiéndose de que lo que ella había hecho fuese algo tan inusual. "Si no vivimos, si no nos dejamos llevar, si no hacemos el tonto ahora cuándo lo haremos. Después no habrá tiempo".
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