Te sientes tan pequeño
cuando miras al cielo infinito, repleto de estrellas que iluminan nuestra noche
más oscura. Hay alguna que otra que intenta destacar, brillando más fuerte que
ninguna, sintiéndose la más popular entre las demás. La luna, girándose poco a
poco para dedicarte, cuando la mires, una bella y permanente sonrisa durante
toda la noche. Es el centro de muchas películas, canciones y fotografías que la contemplan y describen, mostrando su belleza. Siempre te brinda su más hermoso resplandor y, aunque las nubes intenten
apagarlo, nunca desaparece. Quién no se ha perdido en la infinidad de tan
bonitos paisajes. A veces, miras allá arriba pensando en las personas que se marcharon
de tu lado para mudarse a otro mundo mejor. Éstas bajan aquí, convertidas en gotas
de lluvia inesperadas, que acarician tu rostro y te hacen mirar hacia arriba o en ligeras
brisas que hacen que te abroches un botón más de tu abrigo. El cielo es el
protagonista de cada uno de tus días. Nosotros le regalamos a él, y a las
personas que lo acompañan, globos que suben y suben, intentado tocarlo. No hay
nada más bonito que ver un globo flotando en el aire, dirigiéndose hacia donde el viento le lleve, sin planear el camino, y, hagas lo que hagas, siempre te pararás y lo observarás,
llamándote la atención algo tan simple pero que puede tener muchos significados como, por ejemplo, que a un niño se le haya escapado de sus pequeñas manos y llore porque se haya ido sin avisar, que alguien lo haya echado a volar, en señal de un familiar
fallecido, como recuerdo, o que unos solitarios globos de colores iluminen
nuestro día grisáceo y nos hagan sonreír ante la tristeza. Tengo envidia de los
pájaros, tan libres, rozando el cielo, observándonos desde allá arriba, contemplando
cada movimiento del mundo, viajando. Hasta el pájaro más diminuto se siente
gigante cuando vuela.
Deberíamos aprender a sentirnos como ese globo, ese pájaro o esa primera gota de lluvia. Vivimos tan estresados, corriendo de un lado para otro, que no nos damos cuenta de todos estos pequeños detalles que se nos regalan cada día y, por ello, nos hacemos creer que todos los días son iguales, teniendo una rutina que hay que seguir pero, si nos salimos de nuestros propios esquemas y aprendemos a observar, tendremos una visión de la vida mucho más bonita y diferente.
Deberíamos aprender a sentirnos como ese globo, ese pájaro o esa primera gota de lluvia. Vivimos tan estresados, corriendo de un lado para otro, que no nos damos cuenta de todos estos pequeños detalles que se nos regalan cada día y, por ello, nos hacemos creer que todos los días son iguales, teniendo una rutina que hay que seguir pero, si nos salimos de nuestros propios esquemas y aprendemos a observar, tendremos una visión de la vida mucho más bonita y diferente.
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