Observo aquella
fotografía que nos hicimos el primer día que lo conocí. Dos felices e inocentes
jóvenes sonriéndole a una cámara. Ninguno de los dos, reflejados en aquella
imagen, imaginábamos cómo estaríamos ahora, juntos. Desde el primer segundo que
le vi no lo imaginaba, lo soñaba. Es de otra ciudad pero, una espléndida tarde,
vino con sus padres a visitar a los míos, los cuáles son amigos desde pequeños.
En esa noche, algo cambió, saltó una chispa invisible entre nosotros, pero
ambos la sentimos. Pasaban los días y deseaba estar a su lado, poder abrazarlo
a cada minuto, darle besos infinitos, cantarle al oído mis mejores canciones,
compuestas sólo para él. Porque es único. Creí que mi amor no sería correspondido,
un chico tan especial y maravilloso con una chica como yo, sencilla y común.
Aunque, después de hablar por ordenador, teléfono o vídeo llamadas durante
semanas, una noche nos conseguimos ver y tuvimos nuestro primer beso. El problema
era y es la distancia. Nos queremos a pesar de ésta pero, aún así, nos complica
el camino. Además, y por si fuera poco, un día que su familia y la mía quedaron
para verse, comenzaron a hablar sobre las relaciones a distancia, cotilleando
sobre la hija de uno de sus amigos. Empezaron a reírse y estaban en contra.
Decían que mantener el amor, habiendo tantos kilómetros de por medio, era
imposible. Que todo serían problemas para los dos y para ellos, los padres. No
lo aceptaban. Él y yo nos mirábamos en silencio, no sabíamos qué hacer.
Decidimos mantener lo nuestro en secreto. Llevamos juntos un año, a pesar de
todos los obstáculos que se nos han presentado, porque nuestro amor lo supera
todo. En este año, ha estado viniendo en coche a mi ciudad, sin que mis padres
ni los suyos lo supieran. Sólo nos podemos ver unas cuantas horas en el día,
una vez a la semana, y después tiene que irse para que nadie sospeche nada. Cada
segundo a su lado es mágico, guardándolo en mi corazón; cantarle, ser abrazada,
sentirme protegida, besarnos, oler su aroma en mi ropa. Aunque sea poco tiempo no
importa, porque unas horas a su lado valen más que todo el oro del mundo.
Hay personas que
tienen una mente cerrada. Deberían dejar que las demás vivan la vida a su
manera, no oponerse a sus decisiones, al amor. Son sus errores, sus aciertos.
Son sus vidas y ellas eligen.
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