domingo, 12 de enero de 2014

XI concurso de "Cartas de amor".

 Te quise, te quiero y te querré.

 Era feliz, pero notaba que faltaba algo en mi vida. Quizá ese vacío lo rellenaba yo misma con cosas materiales, aunque era inútil. Ese vacío sólo podías completarlo tú, nada se comparaba a ti. 


 Nos conocimos en el mejor momento, pero tenía miedo. Éramos amigos, sin embargo,  me gustaste desde el primer momento. Tu sonrisa era tan bonita que me enamoré perdidamente de ti. No tenía el valor suficiente para pronunciar dos simples palabras, pero llenas de sentimiento: te quiero. Dos palabras que podrían cambiarlo todo aunque, el miedo a no saber de qué manera cambiaría, me mataba por dentro.


 Nos hicimos mejores amigos, poco a poco nos unimos más. Comenzaron las llamadas para contarnos cualquier tontería, para reírnos, cada uno en su habitación, y para temer a las facturas telefónicas.


 Más adelante, comenzaron las salidas. Tomamos el mejor café que habíamos probado nunca y, desde entonces, siempre fuimos a ese lugar. Conocí a tu grupo de amigos y me presentaste como tu mejor amiga. “Mejor amiga”, unas palabras extremadamente duras cuando estás locamente enamorada de alguien. Les caí muy bien y me invitaste a salir con vosotros más veces. Cada día te veía más, a la vez que me enamorabas más, si era posible.


 Incluso nuestras familias se conocieron, ya que tú y yo no parábamos de vernos. Me hacías regalos preciosos y yo a ti. Tuvimos todos los detalles que una pareja se hace sólo que, tristemente, siendo mejores amigos.


 Te surgió un viaje y te tuviste que ir. En el aeropuerto me dijiste: “Gracias por todo, por estar siempre ahí a mi lado y apoyándome”. Eché de menos un “te quiero” por tu parte, ya que yo no me atrevía. Te abracé con toda la fuerza que me quedaba y me fui corriendo. No podía soportarlo más, no podía mirar atrás una última vez. Deseaba que fuera la penúltima.


 Cada noche me preguntaba, entre lágrimas, si alguna vez te llegué a gustar. Si sentiste algo, algún sentimiento por pequeño que fuera, cuando te abracé y me fui de allí todo lo rápido que mis piernas me permitieron. Si sentiste dolor, tristeza, nostalgia o algún sentimiento de amor por mí.


 En tu viaje me enviabas mensajes, me llamabas y alguna que otra carta me llegó. Pero no podía responderte a nada. No podía porque me dolía. Tú allí y yo aquí. Simplemente, moría cada día que no te tenía a mi lado.


 Un día empezó a llover muy fuerte. Me quedé en casa, tumbada en la cama y abrazada a un cojín, rodeada de pañuelos, a causa de mis lágrimas. Batí el récord en echarte de menos. De pronto, la puerta sonó. Alomejor era el cartero para entregarme alguna otra carta tuya. Estuve un minuto sin moverme de la cama, sin ganas de nada. Alguien insistía, llamando a la puerta cada vez más fuerte. Hice un esfuerzo por levantarme. Caminé por el pasillo y la abrí. Me quede asombrada. ¡Eras tú! Estabas completamente mojado por la lluvia, con la flor más bonita del mundo, con esa sonrisa tuya que me enamoró y con unas palabras que salieron de tu boca y que jamás en mi vida podré olvidar:


    -He intentado alejarme, por miedo a lo que sentía. En aquel viaje, sin saber nada de ti, sin verte cada día y cada noche y sin escuchar tu voz, me di cuenta de que estoy tan enamorado y que no puedo vivir sin ti.


 Me quedé alucinada. Las palabras no podían salir de mí, ¿era todo esto un sueño? Mi duda se resolvió cuando me besaste y me dijiste: ¡TE QUIERO!


 Y aquí estoy yo, una loca enamorada, escribiéndote mi primera carta de amor, plasmándote en letras mis sentimientos.


 Soy realmente feliz y noto que lo tengo todo en mi vid
a. Te tengo a ti.

 PD: Nunca me cansaré de decirte “te quiero”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario