viernes, 5 de septiembre de 2025

Entre las calles de la ciudad.

La ciudad despertó, lentamente, con legañas en las ventanas. Sus habitantes tardaron un poco más en bajar de la cama y lo hicieron con la típica crisis de cerebro matutina. Todo parecía correctamente cotidiano y habría sido un día más, sin pena ni gloria, de no ser por una chica que deseaba que aquel día llegara, porque era diferente al resto. 

En un pequeño piso escondido entre las calles de la ciudad, vivía una joven peculiar y hermosa, caracterizada por su permanente sonrisa y su bonito aspecto. Aún sin haberse despertado, ya estaba sonriendo. Sus ojos se abrieron, quejándose por la luz del sol que iba entrando a través de las cortinas. Era verano, por lo que tenía las ventanas abiertas, y ya escuchaba la melodía de los pájaros junto con el ruido de algún que otro coche con prisas. Miró la hora en su reloj, situado en la mesita de noche. Las agujas de este le dijeron que eran las nueve. Cogió su móvil y, como todas las mañanas, le escribió un "buenos días, amor" a su pareja. Aquello era una rutina de la que jamás se había cansado. Esperando su respuesta, fue a prepararse un Cola Cao. No era la típica chica a la que le gustaban los cafés matutinos, sino que seguía siendo aquella niña que adoraba el sabor a leche con chocolate y galletas. De pequeña todos los chicos le invitaban a un café y los rechazaba, hasta que llegó un día en el que un joven le invitó a un Cola Cao y aceptó. Desde aquel momento hasta esa mañana, habían pasado ya seis maravillosos años de pareja. Una pequeña vibración en su móvil la detuvo y leyó. Se trataba del "buenos días, princesa" de su novio, aunque esta vez continuó un poco más añadiendo: "no desayunes y abre la puerta. Hay alguien esperando con impaciencia para darte un beso con sabor a chocolate". Emocionada y con una sonrisa de oreja a oreja, fue corriendo hacia la puerta. No le dio tiempo a abrirla del todo cuando se encontró con su chico y un "te he echado de menos" dicho a través de un beso apasionado, dejándole sin respiración. Le invitó a pasar a la cocina y, disimuladamente, se fue al baño para mirarse en el largo espejo. Se hizo un moño rápidamente, aunque era de ese tipo de chicas que cualquier peinado le quedaba bien. Se lavó la cara, se pintó una ligera raya negra en los ojos y salió. Él se encontraba colocando en la pequeña mesa su desayuno. Sin esperarlo, este le tapó los ojos con un pañuelo negro. "¡Pero si ya he visto lo que has puesto en la mesa!", decía ella riéndose, pero él le dijo que no lo había visto todo. La sentó cuidadosamente en el sofá y la observó en silencio. Iba vestida con una camisa larga de manga corta que le llegaba por encima de las rodillas, dejándole apreciar la belleza de sus largas y suaves piernas. Algún que otro mechón de pelo, color negro azabache, se le escapaba del recogido y aún así estaba atractiva. 

Tras un breve silencio, él le confesó que iban a desayunar más tarde. Se levantó del sofá y le dijo que se quitara el pañuelo. Obedeció y lo vio allí, con una rodilla apoyada en el suelo y una mano sosteniendo una pequeña cajita cuadrada. Él añadió: "No has visto todo, no has visto esto. ¿Quieres casarte conmigo?" La abrió y mostró un precioso anillo. Se quedó inmóvil, esperando alguna respuesta. Nervioso, continuó: "Ya sé que no estamos en un restaurante, que no nos encontramos a la luz de la luna llena o bajo las estrellas, ni que mi ropa es la más elegante para pedírtelo, pero...". "Pero te quiero y no me importa nada, ni el lugar, ni la ropa, porque este momento es precioso por ti, porque tú lo haces especial. Y... ¿Se me olvida decir algo?", dijo ella cortándole y terminando su frase, sabiendo la respuesta. "Espero que sean esas dos palabras que me cambiarán la vida por completo y que me convertirán en el hombre más feliz del planeta", respondió ilusionado. Ella, con lágrimas asomándose por sus ojos, contestó: "No sé ni por qué hago como que lo pienso. Siempre he deseado este momento. Sí, quiero".

En un pequeño piso escondido entre las calles de la ciudad, dos personas enamoradas cumplieron su sueño.






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