Cuando entramos en la casa, nos
dirigimos a una habitación de estudio muy grande, con dos mesas y dos sillas en
cada una. Lili y Hugo se sentaron juntos, Matt y yo en la otra. Él estaba
encantado de tener a una compañera de mesa. Era muy hablador y simpático, me
cayó de maravilla al segundo de conocerle. Era un poco más alto que yo, con los
ojos azules, como su hermana, y el pelo castaño oscuro. Todas las personas que
iba conociendo eran perfectas, tanto interiormente como exteriormente. Paola
era la profesora más buena de todas. Me presenté y le hablé un poco sobre mis
estudios, que eran demasiado básicos. No quiso saber mi edad, sólo me puso un
examen escrito para hacerlo. Al principio me hizo un dictado, para ver si tenía
faltas de ortografía, después, en otra actividad, tenía que dar mi opinión de
un texto corto, definir algunas palabras y reflexionar un poco. Cuando acabé,
en una hora, Paola lo corrigió y me dijo:
-Nathalie, ¿cuántos
años tienes? –Me preguntó con cara de asombro.
-¿Tan mal lo he
hecho? He sido demasiado rápida, tendría que haberlo repasado más. –Respondí,
un poco decepcionada. Al parecer no era tan fácil-. Pues tengo ocho años. Ya le
dije que mis estudios eran muy básicos. –Paola se levantó de su mesa y me puso
el examen en la mía.
-¿Solamente ocho
años? Nathalie, te he puesto un examen para personas de once años. ¡Has sacado
un nueve y medio! –Los tres me miraron, asombrados. Yo también lo estaba-.
Siempre he hecho esta misma prueba a todos mis alumnos el primer día. Incluso,
siendo mayores que tú, suspendieron o sacaron una baja nota. Quiero decir, que
tienes una capacidad fantástica para reflexionar y escribir. Enhorabuena,
Nathalie. Tienes una mente muy interesante. –Los demás me aplaudieron y empecé
a reír.
-Recuerdo que yo
saqué en esa prueba un poco más de un siete. –Dijo Hugo.
-¡Yo un ocho!
–Añadió Lili.
-Yo… No me acuerdo.
-Dijo, entre risas, Matt.
-Tú un seis, Matti,
el más bajo de todos. -Le recordó Paola-. Nathalie va a ser una buena
compañía para ti en los estudios, espero que venga más veces. -Me hizo un
guiño.
Estuvimos allí hasta las tres de la tarde. Nunca imaginé que me divertiría tanto en una clase. Había sido una clase de prueba y me hubiera encantado volver a repetir pero, seguramente, los padres de Hugo no podrían pagar clases privadas para dos niños, sería demasiado caro. Aún así, fue una experiencia muy buena. Al salir por la puerta, Hugo les dijo que esa noche estaban invitados a su casa para cenar con nosotros.
La casa de Lili no estaba muy
lejos de la panadería por lo que, Hugo y yo, fuimos andando para contarle las
novedades a Bruno.
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