viernes, 14 de marzo de 2014

Ahora que te recuerdo.

 Querido, esta carta te la dedico a ti, ahora que te recuerdo:

 Nos conocimos con quince años, en el mes de marzo, (recuerdo incluso la fecha exacta). Éramos dos jóvenes enamorados que se encontraron sin haberse buscado. Le doy gracias a las casualidades, al destino o a quien sea, por haberte puesto en mi camino. Un camino bastante difícil, hasta que llegaste tú. Era una adolescente perdida, sin saber hacia dónde ir ni qué hacer. De pronto, me cogiste de la mano y me guiaste por el enredado laberinto de la vida. Después de ocho maravillosos años de noviazgo, nos casamos. Fue la boda de mis sueños, no por el vestido, los regalos o el lugar, sino porque me casaba contigo.

 Tras cuatro años de matrimonio, surgieron los problemas. Recuerdo que intentamos tener un bebé pero no podíamos, por mi culpa. Al saberlo caí en una depresión pero, con tu apoyo y con cada sonrisa tuya, lo superé. Creí que, al no poder tener hijos, me dejarías y te buscarías a otra mujer, pero no fue así, al contrario. Estuvimos más unidos que nunca. Sin esperarlo, surgió otro problema, mi problema. Me ponía irritante muy a menudo, mezclaba ideas sin relación directa o tenía dificultades para encontrar palabras a la hora de hablarte. Creíamos que era a causa de la edad,  aunque sólo tenía cincuenta y siete años, pero, cuando fuimos a una revisión, descubrimos que estaba en la primera etapa del Alzhéimer. Por suerte, era leve y te recordaba en más momentos de los que te olvidaba.

 Me regalaste una libreta en blanco y me dijiste que escribiera lo que había hecho en el día, lo que más me gustaba hacer, lo que sentía o cualquier detalle que recordara del pasado. Cuando me ponía a escribir, sentada en nuestro viejo escritorio, ponías la televisión, en voz baja, y te sentabas en el sofá aunque, en lugar de ver lo que estaban echando en ella, me mirabas a mí. Aquellos instantes eran perfectos. Me costaba concentrarme porque me ponías nerviosa, en el buen sentido, al verte de reojo mirándome, pero insistías en que escribiera.

 Ahora, con sesenta y dos años, he entrado en la segunda etapa del Alzhéimer. Empiezo a asustarme con frecuencia, me resulta difícil hablar, soy más agresiva contigo, te pido perdón por ello, pierdo el equilibrio y dependo aún más de ti para poder andar. Esa libreta me sirvió más de lo que jamás pensé. Cuando todo está borroso, no sé dónde estoy o mi memoria desaparece, me tranquilizas y me lees algunas páginas. Al escucharte, detenidamente, empiezo a recordarlo todo de nuevo, poco a poco.

 Ya estamos más viejecitos pero, el amor que hay entre nosotros, aún es aquel que sentíamos con quince años, incluso más fuerte. Las risas son más frecuentes y sonoras. Nuestra piel tiene más arrugas que antes pero, esa intensidad en nuestros ojos cuando nos miramos, sigue intacta. Eres el príncipe de todos los cuentos que me leía mi madre antes de dormir. Eres mi escudo protector, cuando me siento débil, sola o las fuerzas me fallan. Eres esa persona que ha completado mi vida, hasta hacerme ver que sin ti ya no sé cómo vivir. Temo que algún día salgas y no vuelvas, pero me escribiste, detrás de una foto nuestra, que nunca me abandonarás. Has cumplido cada palabra que me has prometido. A pesar de todas las dificultades, me has dado una vida que ni siquiera hubiera llegado a soñar.

 Ojalá pudiera cuidarte como tú lo haces por mí. Pienso que, poco a poco, he estado arruinando tu vida, esa que debería haber estado repleta de alegría, despreocupaciones, libertad y tiempo para ti mismo. Recuerdo que te confesé lo que pensaba y, lo único que me dijiste, fue un “calla, no digas tonterías. Mi vida es perfecta gracias a ti. Por muchas dificultades que se nos presenten en el camino, las superaremos, juntos. Aunque no me reconozcas, jamás me alejaré de ti, ¿me oyes?”, terminando la frase con un beso tan bonito, que se me saltaron las lágrimas.

 Supongo que no me faltarán muchos años para entrar en la tercera etapa. Esa donde llegará un día en el que, aunque lea la libreta o esta carta, no conseguiré recordar nada. Es más, no sabré leer, comer, tragar saliva, me comportaré como una niña pequeña y serás un desconocido para mí.

 Has salido a hacer la compra y yo sigo sentada en el sillón, sin poder moverme demasiado. Acabo de leer la libreta y, ahora que estoy teniendo un momento de lucidez que no sé cuánto durará, te escribo esta carta.  No sé qué será de mí en un año, en un mes, en una semana o mañana. El primer día que descubrimos mi enfermedad, le pregunté al doctor, cuando saliste de la sala, durante cuántos años más seguiría viviendo. Me respondió que, tras el diagnóstico, viviría entre ocho o diez años. Según eso, me quedan cinco años de vida aunque, con todos tus cuidados, seguro que son algunos más. Dentro de poco, ya no te reconoceré así que, te aconsejo, que sigas tu vida sin mí aunque sé que, con lo cabezota que eres, nunca me dejarás sola y te lo agradezco de todo corazón, aunque no te lo consiga decir en el momento.

 Ya te escucho entrar por la puerta con tu “ya estoy en casa, mi reina”, que tanto me gusta. Antes de que me descubras escribiéndote, acabo ya, para darte una sorpresa cuando encuentres esta carta en tu mesita de noche.

 Ahora que te recuerdo, te digo que eres lo mejor que me ha pasado en mi vida, mi rey. Te escribiré en mi próximo momento de lucidez. Cada segundo deseo que haya un “próximo”, para volver a darte un beso.

 PD: Nunca olvidaré que te quiero.





9 comentarios:

  1. Precioso! Es lo que deseamos todas y todos en el fondo e incluso en secreto. Encontrar a esa persona que te acompañará siempre pase lo que pase

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    1. Muchísimas gracias, Isa. Exactamente, eso es lo más bonito, el amor eterno.
      ¡Un saludo!

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  2. ¡Precioso texto! Es tan difícil encontrar a alguien a quien poder hacerle saber y sentir un escueto "olvidaré olvidarte".
    colecciondevivencias.blogspot.com.es

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    1. ¡Muchísimas gracias! Qué frase tan bonita como cierta. Me pasaré por tu blog.
      ¡Un saludo!

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  3. Personajes como sacados de un cuento de hadas, viviendo en una concreta realidad...
    Un amor que supera cualquiet cuento
    ¡Excelente narrativa!

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    1. Un amor que supera cualquier cuento y cualquier límite de la vida. Un amor insuperable.
      ¡Muchísimas gracias, Pavel!

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  4. Lo bueno de la literatura es que sabes encontrar utopías en ella, hechas en armonía.

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