Y así fueron pasando los años, junto a
ellos. Por mucho que no quisiera molestarles y aunque, al principio, les dije
que algún día me iría de su casa, se me hizo imposible. Me dieron tantísimo
cariño en tan poco tiempo, que no pude separarme de aquella familia. Mis
cumpleaños, y los de ellos, eran increíbles. Los pasábamos junto a la familia
de Lili y también invitaban a más gente, ya que Bruno y Emma eran muy conocidos
en el pueblo. Las clases de canto me iban estupendamente y aún sigo dándolas. Emma
es una profesora magnífica. Me ha enseñado tantas canciones y trucos para
avanzar que, tanto mi voz como mi capacidad para cantar, han mejorado
muchísimo. Como yo siempre les decía que no cantaba tan bien, Hugo me retó a
interpretar algunas canciones con él y su guitarra en el parque. El resultado
fue inesperado. Tocamos tres canciones y Hugo recibió más propinas que nunca,
por lo que él decidió que repartiríamos el dinero entre los dos y así, con el
tiempo, fui ahorrando más dinero del que pensé. En el día de mi décimo
cumpleaños, me dijeron que no me habían comprado ningún regalo pero, con todo
lo que habían hecho por mí, eso era lo de menos. De pronto, para mi sorpresa,
Hugo cogió la guitarra y empezó a tocar una melodía compuesta por él. Emma y
Bruno cogieron un papel, cada uno, y comenzaron así:
-Hugo te
encontró y tú encontraste a Hugo. Fue lo mejor que nos pudo haber pasado.
Tu energía y lucha en la vida, bastante nos ha asombrado. En este día,
diez años acabas de vivir y, a partir de ahora, las mejores cosas te sucederán
a ti. Nosotros te adoramos desde el primer día que te vimos. No seremos pobres
ni ricos pero, en esta casa, nunca te faltará amor y cariño. En este momento,
con la guitarra sonando, queremos hacerte un trato. Esperamos que tu estancia
en esta casa, haya sido de tu agrado. Queremos darte las gracias porque, a tu
lado, dos años han volado. Ahora Hugo te hará una pregunta muy importante,
que nosotros pensamos desde el primer instante.
Emma leía hasta un punto y Bruno
hasta otro. Aquello era tan simple y bonito, que no pude evitar que mis
lágrimas salieran mientras les escuchaba. Ellos dejaron los papeles en la mesa
y prosiguió Hugo, subiendo la intensidad de la melodía, a la vez que fue
diciendo:
-Y ahora te
pregunto lo que un día me preguntaron a mí. Nathalie, ¿quieres formar parte de
la familia Hernández Wells?
Todos mantuvieron la
respiración, pero no me hice de rogar. Al escuchar aquello, no me lo pensé dos
veces. Dando un salto de la silla, les dije un alto y claro "sí".
Tenía una nueva
familia. Una importante decisión, junto a las personas más especiales de
mi vida y un nuevo DNI, confirmaron tres cosas: que todo aquello era real, que
las mejores situaciones sucedían cuando menos me lo esperaba y que, el simple
nombre de "Nathalie Hernández Wells", significaba un mundo nuevo para
mí.
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