domingo, 30 de marzo de 2014

Un desayuno.

 Como cada mañana, Marina coge su portátil. En el bolso mete las llaves, el monedero y el móvil. Va vestida con una sudadera, vaqueros y unas cómodas zapatillas. Antes de salir de casa se mira en el espejo y se hace un moño rápidamente, aunque es de ese tipo de chicas que cualquier peinado le queda bien. Se pinta una ligera raya negra en los ojos y se pone los auriculares, dirigiéndose hacia el bar.

 Aunque Marina tiene veinte años, siempre pide un colacao, ya que no es muy fan del café. Siempre había bromeado con sus amigas de que no había salido con ningún chico porque todos le habían invitado a tomar un café y no a un colacao. Era cierto, no sabía por qué exactamente, pero no había salido con nadie nunca. Tiene muchos amigos, ya que es la más extrovertida de todas pero, para ella, tener novio no es algo necesario en la vida. Dedica su tiempo a escribir para una columna del periódico en la que, afortunadamente, puede hacerlo sobre cualquier tema en el que esté cómoda y le guste. No gana mucho dinero pero, escribir, es algo que ama. Ella es alta con los ojos verdes, un pelo largo de color negro azabache y la sonrisa más bonita de todas, según le decían los chicos. Aunque siempre ha recibido muchos halagos, ella se siente una chica más del montón y, lo que siempre la ha caracterizado, ha sido su humildad y las ganas de poner su granito de arena en el mundo.

 Mientras camina, cantando en su cabeza, se detiene en un semáforo. Cuando se pone en verde para las personas, baja de la acera y da un paso pero, en un segundo, una moto pasa a escasos centímetros de ella, sin detenerse. Asustada, se echa hacia atrás y empieza a gritarle. A Marina le da tiempo a memorizar su matrícula y el rostro del muchacho ya que, al menos, ha mirado hacia atrás para saber qué ha pasado al escuchar los insultos de una joven. Cabreada, cruza el semáforo y sigue su camino. Odia a ese tipo de chicos. Esos con chaqueta de cuero, camisa blanca marcando su musculatura y corriendo en su gran moto negra, como si fueran los reyes del mundo. De hecho, las películas en las que el protagonista es de ese prototipo, que son la mayoría, no las ha visto por ellos. A sus amigas siempre le han vuelto locas esos chicos, pero ella es diferente. Aquel tipo ya le ha fastidiado la mañana, pero espera poder despejarse en el bar mientras escribe. Dobla la esquina de la calle y ya se va acercando a aquel bar. Cuando está a punto de entrar, ve en el aparcamiento aquella fastidiosa moto negra. Se acerca a ella para ver la matrícula mejor. Efectivamente, ese muchacho está allí.
    -¿En serio? ¿No podía haber ido a otro sitio? –Dice Marina resignada, hablando sola.
Al principio piensa en marcharse e ir a otro bar pero se niega y entra con fuerza.
    -¡Hola Eric! Dice intentando no mirar a su alrededor, evitando ver al chico de la moto.
    -¡Hola preciosa Mar! ¿Qué tal el día?
    -Mal, casi me atropella un chalado en moto –Responde, sentándose en el asiento de siempre, al lado de la ventana.
    -Qué poca vergüenza y respeto tienen hoy en día. ¿Estás bien?
 Marina asiente, sacando su portátil. Eric es el camarero y tiene un año más que ella. Como todas las mañanas va a escribir allí, se han hecho grandes amigos. Cuando ya está encendido, continúa el texto que dejó ayer a medias, mientras Eric atiende otras mesas. De pronto, Marina ve al odioso niñato bajando las escaleras de caracol del bar, el cual tiene dos plantas.
    -Adiós tranquilidad –dice para sí.
Él fue a pagar en la barra. Cuando Eric termina de atender las mesas, se adentra en la barra y, mientras le cobra, le pregunta:
    -¿Qué tal el día Dani? –Esa era su pregunta de siempre.
    -Pues no estoy seguro, la verdad. Cuando venía hacia aquí casi atropello a una chica bastante guapa –le dice con un guiño a Eric-, pero con bastante carácter. Empezó a insultarme, aunque la comprendo. Es una anécdota de mi día –añade riéndose.
 Eric se sorprende al ver que la chica es Marina, la cual lo ha escuchado todo. Ella, sin poder resistirse, se levanta de su asiento muy cabreada y se dirige hacia Daniel.
    -Perdona, ¿sabes que casi me atropellas con tu estúpida moto? –Él se sobresalta al escucharla de repente-. ¿No sabes que hay normas de circulación? ¿Eres daltónico y no sabes diferenciar entre rojo y verde o qué te pasa? –Dijo Marina, sin esperar sus respuestas.
Él se queda alucinado al ver su belleza, naturalidad y carácter.
    -¿Quieres que nos sentemos y lo discutimos, preciosa?
    -Pero, ¿de qué vas chaval? Qué prepotente, no me lo puedo creer. Eric me voy, no aguanto más –dice al límite de sus nervios.
    -Esto… Perdona. Es que me he puesto un poco nervioso. No te vayas, en todo caso yo ya me iba. Lo siento por lo de antes, la próxima vez miraré mejor las señales de tráfico. –Dice Daniel mirándola fijamente a los ojos, muy de cerca-. Por cierto, no soy daltónico ya que veo que tienes unos ojos verdes preciosos. Hasta luego Eric –abre la puerta del bar y se marcha.
Marina se queda mirando la puerta por la que ha salido. Está asombrada por la sinceridad, quizás, de Dani. No es tan prepotente como parecía.
    -Es muy buen chico, Mar. Puede que te parezca un chulito pero, si lo conocieras más, incluso te gustaría. –Dice Eric, mientras lava unos vasos-. Él también viene aquí a menudo y siempre se sienta arriba. Aunque te parezca mentira, no es un mujeriego. Yo lo conozco bastante y sé que le has gustado –añade con una gran sonrisa.
    -Ay, Eric, no sé. No me fío. Bueno, voy a terminar el texto –le responde Marina, un poco confusa por todo.

 Cuando se sienta, no puede evitar buscar a aquel chico con la mirada, a través del cristal, hasta que lo ve. Está montado en su moto, sin encenderla. Dani coge su móvil, escribe algo y la arranca. Asombrada por ella misma, Marina se da cuenta de que es la primera vez que un chico le atrae y le gusta. Niega con la cabeza e intenta concentrarse, mirando al ordenador. Sin esperarlo, aparece Daniel encima de la moto, delante de su ventana. Ella lo mira, extrañada. Dani pone su móvil pegado al cristal y Marina lee lo que hay escrito: “¿te puedo invitar a algo?”. Él junta sus manos, pidiendo su aceptación. Ella sonríe sin que se dé cuenta y escribe en su portátil: “¿A qué quieres invitarme?”. Daniel pone gesto pensativo, coge su móvil para escribir la respuesta y lo vuelve a poner en el cristal. “¿A un colacao?”, lee Marina en voz baja. Sonríe tiernamente y acepta su propuesta.

8 comentarios:

  1. me suena a peli romantica para mujeres

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    1. Sí, he querido hacer una historia corta romántica, ya que no he hecho muchas así :)

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  2. Me gustó mucho como escribes, o como te expresas. Si bien quizás no son este tipo de relatos (o cuentos) mis preferidos, me enganchaste bastante, tanto que comencé a leer los anteriores. Saludos y felicitaciones.

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    1. Muchísimas gracias, César. Me gusta hacer textos de todo tipo y así mejorar en otros estilos y ver mis capacidades. Es un placer siempre que al leer uno de mis textos leáis algunos más de mi blog. ¡Un saludo y mil gracias!

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  3. Me ha encantado, me salió una sonrisa nada más terminarlo. Encantador a más no poder.
    Un beso, te sigo.

    Nora Steele, http://lejosrealidad.blogspot.com.es/

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    1. ¡Mil gracias por ese comentario tan positivo! Me alegra siempre saber que he sacado sonrisas con mis palabras.
      Me pasaré a menudo por tu página.
      ¡Un saludo y gracias! Otro beso, yo también te sigo.

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