domingo, 1 de diciembre de 2013

La magia de la Navidad.

 Llega  el invierno y con él los abrigos, las bufandas, que se te ponga la nariz y las orejas coloradas a causa del frío o parecer dragones cuando respiramos, echando fuego invisible. Hay personas a las que no les gusta la Navidad por viejos recuerdos o por muchos motivos, pero a mí, personalmente, me parece algo precioso. Cuando llega, miras a tu alrededor y ves troncos rodeados de luces, calles iluminadas con distintos colores o árboles navideños espectaculares para que, cuando pases por al lado, te detengas, los observes y se produzca un ambiente perfecto. Cada uno de tus sentidos recibe algo: Ves un entorno maravilloso. Escuchas a la gente cantar, reír, charlar. Hueles ese olor a castañas por la calle, un aire diferente. Saboreas una comida preparada para que la disfrutes y te caliente esa garganta fría. Tocas la nieve, las ramas de un iluminado árbol, coges de la mano a una persona, sientes un frío beso en tu mejilla. La Navidad también hace que te reúnas con tu familia, amigos o personas que no veías desde hace tiempo. Esas cenas familiares donde no podéis parar de reír, os contáis todas las novedades  y coméis hasta no poder más. En este tiempo es imposible resistirse, por mucho que nos neguemos,  a los mantecados, bizcochos, roscos y demás dulces que no nos ayudan a adelgazar, pero que nunca pueden faltar. Con el frío llegan, a la vez, esos abrazos calentitos que recibes, esos besos bajo las luces que iluminan tu noche o poder disfrutar, en la mejor compañía, de un ambiente y unas vistas increíbles. Con el frío, llega la magia de la Navidad.  





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