Vuelve la época de
exámenes. Ese periodo en el que te agobias, cada segundo, porque no te da tiempo
a estudiar todo o a realizar los trabajos que te exigen. Cada vez tienes menos días
libres, ves a tus amigos menos pero, cuando os veis, disfrutáis el doble. Es típico
que te pases el día estudiando todo lo que crees que entrará, pero al final cae
en el examen lo que te leíste por encima o lo que ni siquiera miraste. También
lo es el hacer los deberes o trabajos el ultimo día, diciéndote que para la próxima vez lo harás en
seguida, pero volverá a ocurrir lo mismo. De pequeños, en el colegio, si el
profesor te mandaba hacer dos páginas con algunas actividades, estaba loco y te
quejabas porque no tendrías tiempo para jugar y ni para ver la televisión.
Cuando pasó el tiempo y entraste en el instituto, empezaban los trabajos, las exposiciones
y los temores a hablar en público. Después, cuando eres más maduro, entras en
bachiller y no dejan de hablarte sobre tu futuro, te agobian con selectividad
para que te conciencies sobre lo que tendrás que hacer y cómo. Estos son los
cursos más duros de todos los anteriores porque tienes otras responsabilidades,
tomando las decisiones que crees correctas sobre tu futuro. Cuando pasas esta
etapa y entras en la universidad, te parece increíble el rápido paso del
tiempo. Miras atrás y ves el resultado de todo el esfuerzo y horas de estudio
que realizaste. Estés en un lugar educativo o no, la vida siempre te pondrá a
prueba.
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