En el orfanato, mi aspecto me daba
igual. No quería impresionar a nadie ni llamar la atención arreglándome.
Las mujeres de allí eran las que se encargaban de esa misión. Lo llamo “misión”
porque, cuando me iban a vestir, aquello era la guerra. No soportaba que me
pusieran ropa cada día y, mucho menos, que me peinaran. A las demás niñas las
arreglaba una mujer pero, cuando era la hora de vestirme a mí, venían dos y
siempre suspiraban, rezando para que, cuando me fueran a peinar, no les
mordiera o echara a correr.
Me quedé delante de aquel
escaparate, mirando fijamente a mis ojos. Era más o menos pequeña, morena, un
poco descuidada, con el pelo cortito y los ojos marrones. Nada del otro mundo
pero, cuando me fui acercando a aquella ventana, vi una mirada llena de
fuerza, valentía y coraje, como la de un tigre, el cual me encantaba. Creo que
estuve allí parada demasiado tiempo, ya que el dueño de la tienda salió fuera y
me dijo, muy amablemente, si quería pasar. Lo miré y observé por el cristal,
más allá de mí. Acepté enseguida cuando vi el interior de la tienda, la cual,
sin saberlo, me ayudaría en el futuro.
No me dejas de sorprender!!! Sigue
ResponderEliminarEso es lo que siempre pretendo y me alegra que así sea. ¡Muchas gracias!
ResponderEliminarSeguimos.
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