Una
delicada melodía sonaba dentro de mí. Sólo yo podía escuchar aquel ritmo,
perfectamente estudiado, para crearnos mil sensaciones diferentes. La música
siempre está presente en todos los momentos de tu vida, aunque no seas
consciente de ello. Está contigo cuando quieres estar sólo o acompañado. Está
contigo cuando estás triste, regalándole a tus oídos las canciones más hermosas
del mundo. Está y estará contigo siempre que la necesites. Si vas en un bus,
sabes al instante quién va escuchando música y quién no. Lo sabes por pequeños
detalles como, por ejemplo, un suave movimiento de cabeza, del pie, una
sonrisa, por los recuerdos que le trae aquella vieja canción, o porque lleve
auriculares. No hay nada mejor que aislarse del mundo por un momento y que tu única
compañera sea la música, invitándote a disfrutar y a bailar con ella y, de vez
en cuando, te sorprende con alguna canción que tenías olvidada, devolviéndole a
tu memoria el momento vivido con aquella canción. Tienes la suerte de poder
disfrutarla en conciertos, en la radio, los afortunados, a través de sus
bonitas voces o en la calle. Gente que no tiene en su vida más que un
instrumento creando, en aquel triste lugar, una dulce melodía, dedicada a esos
espectadores pasajeros que andan apresurados, poniéndoles unos minutos de color
a sus vidas, hasta que se alejan y ya no escuchan tan bellos sonidos, tocados
cuidadosamente con sus dedos. Porque, realmente, un mundo sin música, no es un
mundo completo.
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