Cuando pasamos por una mala racha, parece que la luz no va a llegar,
nos ahogamos y queremos salir a respirar. Cuando pensamos que una cosa será
así, sale de diferente manera, para bien o para mal. Esa es la gracia de la
vida, la improvisación. Cuando el tiempo ha pasado, pensamos en cómo estábamos
antes y sonreímos por cómo estamos ahora, porque es curioso ver cómo y de qué
manera se han solucionado los problemas del pasado en el presente. Cuando por
fin llega la calma y todo nos va a las mil maravillas, sentimos miedo por el
momento en el que se equilibre la balanza de la buena y la mala suerte. Por eso
mismo, hay que disfrutar y aprovechar al máximo cada momento de felicidad, para
tener energías y estar preparados para lo que se nos presente.
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