Hoy he estado en un lugar que
me trae muchos recuerdos. Aquel donde los niños juegan, corren, ríen o lloran
porque se han caído, mientras sus madres los observan, participan con ellos en
juegos o les regañan por subirse a un columpio demasiado alto, aunque sonríen
porque en el fondo son lo que son, niños. Aquella dulce y pequeña inocencia en
cada uno de ellos. Yo ya pasé esa maravillosa etapa. Ha habido en mi vida mil
momentos diferentes y, a la vez, inolvidables. Cada uno con sus sonrisas o sus
llantos, pero siempre rodeada de la mejor compañía. Ahora estoy sentada en un
viejo banco, escuchando una dulce y cálida melodía a través de auriculares,
reflexionando sobre la vida, mi vida. Deseando volver a esa inocente edad que
se muestra ante mí y me hace sonreír. En cambio, la vida nunca se detiene y
siempre nos prepara un día nuevo e improvisado. Observo a personas de todas las
edades: niños, padres y parejas de ancianos que, tras tantos años juntos, nunca
pierden ese espíritu joven y aventurero que llevan dentro. Lo más importante de
todo, no es la edad que tengamos ni la etapa en la que nos encontremos, sino
todo lo que hemos vivido y lo que nos queda por vivir. Hoy he estado en un
lugar donde siempre volveremos a ser niños.
No hay comentarios:
Publicar un comentario